top of page

UNIDOS PARA VIVIR

LA VIDA CRISTIANA funciona bien cuando se vive “en familia”, nunca a solas. Sin embargo, hasta ahora el AISLAMIENTO parece ser el camino que muchos escogen.

Pero, ¡qué bueno que contamos con el apoyo del Espíritu Santo para vivir por encima de las diferencias personales y lograr la armonía que honra a Dios y que empodera Sus propósitos en la tierra a través de nosotros!

Ahora bien:

¿Qué nivel de unidad y armonía cristiana ha podido llegar a implementar en su propio hogar?

¿Qué cantidad de amor y de paciencia está manejando actualmente respecto de su relación con los demás?

¿Qué tan unido se siente usted a su iglesia e integrado a sus actividades?

¿Qué tanto amor por la obra de Dios está experimentando en este momento de su vida?



LA IMPORTANCIA DE LA UNIDAD

En una misma iglesia y en un mismo ministerio hay que estar siempre en un mismo sentir, es decir, en una sola mente, porque sin unidad de pensamientos y de sentimientos es imposible trabajar juntos y lograr los planes y objetivos que nos trazamos en Dios.

San Pablo dijo a sus hijos espirituales de la Ciudad de Corinto: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (I Cor.1:10).

¿Se puede estar de verdad “perfectamente unidos”?

¿Cómo se logra tal “milagro” entre tantos “desiguales”?


EL IMPACTO DEL AMOR

Ahora bien, nuestro esfuerzo constante por conseguir una buena unidad debe sentirse en todos los ámbitos de nuestra vida, desde la convivencia familiar y los acuerdos de vida en el matrimonio, y hasta en la comunidad dentro de la cual vivimos.

La unidad provocada por Dios nos brinda concordia y convivencia en ámbitos de nueva vida como estos:

  1. En el matrimonio. “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” (Am.3:3).

  2. En la familia. “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él.” (Gen.18:19).“Pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Jos.24:15). “El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa” (Jn.4:53). “Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados” (Hch.18:8).

  3. En la iglesia. “Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo” (Tit.3:10). “Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos” (Rom.16:17). “Pues me temo que cuando llegue, no os halle tales como quiero, y yo sea hallado de vosotros cual no queréis; que haya entre vosotros contiendas, envidias, iras, divisiones, maledicencias, murmuraciones, soberbias, desórdenes” (II Cor.12.20).

  4. En la convivencia social (ya sea trabajo, proyecto, iglesia, comunidad). “Echa fuera al escarnecedor, y saldrá la contienda, y cesará el pleito y la afrenta” (Pr.22:10).


LO ABORRECIBLE DE LA DISCORDIA

La unidad y la conciliación entre los hijos de Dios le honra profundamente, porque la Trinidad vive en una perfecta unidad de amor, armonía, acuerdos y propósitos (Gen.1:26; ). Pero por otra parte, entre las cosas más detestables para el corazón de Dios se encuentran las que atentan contra la comunión de los hermanos.

Por ejemplo, Proverbios 6:16-19 dice: “Seis cosas aborrece Jehová, Y aun siete abomina su alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, Las manos derramadoras de sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al mal, el testigo falso que habla mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos”.

¡Pilas con eso!

Jesús oró al Padre respectó de nosotros “que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn.17:21).

Los aberrantes “pecados de la carne” también son sociales, como “enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías” (Gal.5:20), y “los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gal.5:21).

San Judas, por su parte, escribió que “los que causan divisiones… no tienen al Espíritu” (Jd.1:19).


UNIDAD EN EL ESPÍRITU

¿Qué trasfondo nos aportan la Escrituras acerca del tema de la unidad, y en qué pasajes podemos apoyarnos para aprender a vivir en esta armonía?

Aparte de San Juan 17, el capítulo 4 de Efesios es uno de los grandes pasajes del Nuevo Testamento acerca del tema de la unidad entre los hijos de Dios, y el este mismo dice Pablo:

“Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos” (Ef.4:1-6).

Si se fijó usted bien, en esta porción de la Biblia se mencionan cuatro elementos reconocidos como “fruto del Espíritu” (por San Pablo en Gálatas 5:22,23): Mansedumbre, paciencia, amor y paz. Esta referencia nos indica que la unidad es algo que solo podemos lograr “por el Espíritu”, quien mediante nuestra comunión con Él producirá esas hermosas cualidades del carácter de Cristo. Estos “beneficios resultantes” son parte de la deseable experiencia cristiana que compartimos mientras crecemos juntos.


NUESTRA FE: EL FACTOR DE UNIDAD

Según el contexto, lo que nos une a pesar de nuestras diferencias es “el Evangelio”. En realidad, siendo todos tan diversos en ideas y trasfondos, el sacrificio de Cristo es lo único que puede realizar ese milagro, “porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación” (Ef.2:14). “Porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación” (Ap.5:9).

¿Cómo es la unidad del Espíritu?

  1. Es unidad en convivencia, “en el vínculo de la paz”… “como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor” (Ef.4:1,2). “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Heb.12:14). “Tened paz entre vosotros” (I Tes.5:13). “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Rom.12:18).

  2. Es unidad específicamente con el cuerpo indivisible de la Iglesia: “Un cuerpo”.

  3. Es la unidad de los nacidos de nuevo, “en el Espíritu”, porque “el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Jn.3:5,6).

  4. Es unidad en la esperanza cristiana de la resurrección y la vida eterna, que incluye el sentir de “peregrinos y extranjeros”, el estilo de vida de quienes no somos de aquí, conforme a  nuestra “vocación” o llamamiento del Señor.

  5. Es en el señorío de Cristo, es decir, todo sujetos a la autoridad de nuestro Jefe máximo.

  6. Es en la fe, una fe, o sea, “la doctrina de los apóstoles” (Hch.2:42), “nuestra común salvación... la fe que ha sido una vez dada a los santos" (Jd.1:3).

  7. Es en el valiente testimonio público de nuestra fe cristiana, “un bautismo”, todos como iguales entrando por la misma puerta, humilde y sencilla, que nos hace iguales.

  8. Es en “un Dios y Padre”, en nuestra posición de justicia ante el Padre como justificados: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Rom.5:1).

Ya que ser cristiano involucra el “dejar atrás” nuestras ideas propias y seguir todos una sola doctrina, ¡la doctrina de vida de Jesús provoca entre nosotros el milagro de la unidad!


PERFECCIONADOS POR LA VERDAD

El haber creído en Cristo nos hace a todos un solo Cuerpo, porque todos entramos a la fe mediante un nuevo nacimiento sobrenatural dentro de la familia de Dios.

Solo la verdad del Evangelio nos puede llevar a ser uno, a pesar y en medio de todo. Para esto mismo, Dios “constituyó” ministros de su Palabra, precisamente para que todos “lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”; y esto para que “ya no seamos “niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (Ef.4:11-16).

La verdad y la unidad son indivisibles, y solo la verdad nos hace uno. “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros” (Jn.17:17,21).


SOMOS MEJORES JUNTOS

Como se ha dicho desde siempre, “somos mejores juntos”, especialmente dentro del Cuerpo de Cristo. Por algo envió a predicar a sus discípulos “de dos en dos” (Mr.6:7; Lc.10:1). Es muy difícil crecer solo, aprender solo, resistir solo, y es por esto que Dios nos advirtió que no permitiéramos ser cómplices de la desunidad, sino antes bien tratar de resolver los distanciamientos a la brevedad posible.

Por ejemplo, “si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano” (Mt.18:15).

Recuerda siempre esto, y procuremos de todo tu corazón abonar al más sano ambiente de unidad y de paz de entre nuestros hermanos. “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Rom.12:18).

Conviviendo en unidad somos mejorados gradualmente en casi todos los aspectos de nuestra vida, y  nuestros resultados espirituales se multiplican exponencialmente.

“Hierro con hierro se aguza; y así el hombre aguza el rostro de su amigo” (Pr.27:17).

“Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto” (Ecl.4:9-12).


LA “ARMONÍA MUSICAL” DE LA OBRA DE DIOS

Como iglesia, ¿estamos haciendo “buena música” o “mala música” en honor a Dios?

Fracasar en el trabajo de Dios es como estar haciendo “mala música”, pero trabajar tranquilamente en su reino se siente como estar tocando música en perfecta armonía, en sintonía emocional y espiritual mutua y para con Dios.

Decía Pablo: “Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor” (Fil.4:2).

La música es el mejor ejemplo de lo que es:

  • Producir una obra de arte grandiosa.

  • Producir gran belleza al oído.

  • El poder de mover las emociones, la imaginación y la mentalidad de las personas, y hasta su voluntad.

  • El poder de la influencia para realizar buena transformación en las personas.

Pero… ¿qué cosa pasaría si cada músico en una orquesta quisiera hacer lo que él quisiera, si hiciera lo que a él le parece al mismo tiempo? Se escucharía una espantosa mezcla de “sonido sin sentido”, un ruido “sin ton ni son”.

Por otra parte, para hacer buena música se necesita que haya varias cosas, las cuales se pueden aplicar igualmente a “nuestra “música” u obra espiritual, ya sea de la Iglesia local o del desarrollo de un ministerio:

  • Que sepamos tocar nuestro instrumento. (Habilidad, entrenamiento, capacitación.)

  • Que estemos tocando todos la misma canción. (Unidad de visión y misión.)

  • Que estemos en el mismo tempo.

  • Que estemos en el mismo ritmo.

  • Que estemos en el mismo tono.

  • Que no haya sed de protagonismo individual, como para tomar el control, o hacer un show propio y llamar la atención. (Trabajo de equipo.)

  • Que sepamos cuándo tocar y cuando callar (inclusive cuando hacer silencio, porque el silencio  también es música). 

  • Que tengamos un compromiso con ensayar y dedicar tiempo a ensamblar.

  • Que nos sujetemos a la guía escrita, la partitura. (En nuestro caso, la Biblia).

  • Que sepamos cuándo entrar y cuándo salir.

  • Que sepamos la participación de nuestro instrumento, y entender qué cosa nos toca hacer y cuál no.

Los discípulos de Cristo somos como músicos en la orquesta del Señor, ¡pero solo eso! El músico no inventó la pieza, sino el compositor. A veces cada músico quiere “inventar” una obra, pero los músicos solo deben tocar lo que les toca.

Entonces, descubre y conoce la visión de tu iglesia, y fluye armoniosamente con la mentalidad de tus líderes espirituales: “Y Jehová me respondió, y dijo: Escribe la visión, y declárala en tablas, para que corra el que leyere en ella” (Hab.2:2).


ENTENDIENDO LA UNIDAD

Hay que entender bien el concepto cristiano de unidad.

¿Qué cosas no es la unidad?

  • Ser unidos no es quedar fundidos en una “misma persona”. Dios no violentará el valor e iniciativa de nuestra personalidad individual propia.

  • Tampoco es “ser iguales” unos que otros, en cualidades, porque dentro del mismo Cuerpo de Cristo se encuentran diversidad de dones y trabajos, y aún distintos rangos de trabajo.

  • Ni siquiera mantenernos juntos o estar reunidos, porque podríamos estar juntos y a la vez tener sentires, móviles y objetivos totalmente contradictorios.

  • No es “uniformidad”, en el sentido de conseguir un mismo lenguaje expresivo y aspecto exterior.

  • No es “unicidad”, en el sentido de que cada grupo cristiano sienta ser el único tenedor de la verdad absoluta.

Entonces, ¿qué cosa sí es la unidad?

Unidad es:

  • Armonía en la convivencia.

  • Sintonía en la guía del Espíritu.

  • Alineación a la visión de los proyectos que nos encarga Dios.

  • Amor genuino para apoyarnos mutuamente en el camino cristiano.

  • Es estar dispuestos a compartir la vida junto con nuestros hermanos.

“De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan” (I Cor.12:26).

Y, ¿cómo es esta unidad?

  • No estamos solo adicionados, pero sí bien fusionados con la familia de Dios, unidos en el Espíritu Santo.

  • No tenemos el tiempo de pelear por conceptos secundarios, pero sentimos lo mismo en la fe.

  • No estamos “amontonados” o “fundidos en una sola persona”, pero incorporados al Cuerpo de Cristo, combinando nuestros dones para el servicio de los demás.

“A cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (I Cor.12:7).

La unidad no debe ser usada para mal, como el el caso de “cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad, y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles” (Hch.5:1,2).

La unidad debe ser empleada para manifestar a Jesucristo en este mundo, como Él mismo oró, diciendo: “La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado” (Jn.17:23).


RELACIONES VIBRANTES: AMBIENTE PROPICIO PARA LA MANIFESTACIÓN DE DIOS

El tema de las relaciones es tratado profusamente en los Evangelios y en las Cartas del Nuevo Testamento, y esto es porque tu capacidad de relacionarte en paz con los demás es la forma más visible del nivel de madurez interior, basada en el amor de Dios hacia todas las personas.

Somos realmente “perfectos en unidad”, por medio de lograr vivir en ella (Jn.17:23).

No debemos, pues, desear vivir separados del Cuerpo de Cristo, sino anhelar vivir nuestra jornada al cielo junto con nuestros hermanos.

Enano espiritual es aquel que no quiere convivir. ¡Por tanto convivamos!, pus “convivir” tiene que ver “con vivir”, y quien no quiere “convivir” no vive plenamente. 

¡Vivamos en unidad! Porque la unidad es útil para sobrevivir, pervivir y realmente vivir como familia de Dios.

Y cuando no estemos de acuerdo, lleguemos a acuerdos, y oremos por el regalo de la sintonía del Espíritu.

“Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas. Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen,” (II Tim.2:23-26).

“Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición” (I Pe.3:8,9).


Por

ARIEL ROMERO LÓPEZ

(C) 2024

Comments


bottom of page