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TIEMPO DE AMORES

Dios desea proveernos a sus hijos experiencias de comunión cada vez más profundas, en una relación de cercanía cada vez más íntima. Y tal vez una de las más claras descripciones de su anhelo de disfrute mutuo son los casos en los que el Señor compara nuestra alianza con él con el enamoramiento y el matrimonio entre una pareja.

Este es el caso de un hermoso versículo en el Libro del Profeta Ezequiel, donde se dirige a su pueblo Israel (simbolizada por su capital de Jerusalén) como la escogida para ser su esposa, la cual aunque se apartó por algún tiempo de su lado (según el contexto), finalmente le asegura la oportunidad de restauración.

Este pasaje es una descripción gráfica del acercamiento de un joven hacia la hermosa chica que atrae su atención, y con quien decide casarse. Incluye los pasos que él toma desde el contacto visual inicial hasta el sellamiento del matrimonio mediante un pacto.

Ezequiel 16:8 ilustra la relación de amor del Señor hacia nosotros, y dice: “Y pasé yo otra vez junto a ti, y te miré, y he aquí que tu tiempo era tiempo de amores; y extendí mi manto sobre ti, y cubrí tu desnudez; y te di juramento y entré en pacto contigo, dice Jehová el Señor, y fuiste mía”.

Hay ocho pasos aquí a través de los cuales Dios pasa a enamorarse de nosotros, su pueblo en general, la iglesia, pero también a nivel individual (cada etapa identificada aquí por comenzar con una nueva “y…”). La búsqueda, la atracción, el tiempo propicio, la declaración del amor, el noviazgo, la pedida de mano, la boda pública y la noche de esposos, son los pasos naturales en una relación de amor que desenlaza en la formación de una nueva familia.

Las verdades escondidas aquí se aplican tanto a la obra de redención histórica que Dios emprendió y selló en Cristo, como a la trayectoria personal que vivimos cada uno en nuestra experiencia con el Amado. Puede aplicarse hermosamente a las mujeres, y a la vez a los varones, como parte todos del Cuerpo de Cristo.

¡A veces olvidamos qué tan apasionadamente nos ama nuestro Dios, y cuánto se emociona respecto de todo lo que tiene que ver co nosotros! ¡Verdaderamente se enamora de nosotros!, y aquí nos lo vino a demostrar.

Veamos este versículo en la versión RV60 comparada con otras versiones bíblicas, para apreciar mejor su significado y su profundidad. Esta es una historia de amor narrada desde el corazón de un enamorado que ama a su dama ideal:

  1. Y pasé yo otra vez junto a ti. (Otras versiones traducen: Mas tarde, de nuevo, tiempo después, otra vez, cuando volví a pasar, etc.). Estas con las vueltas que da el novio rondando a una chica, esperando el tiempo adecuado para acercarse a ella. Es la búsqueda de novia. Si el novio dice que “pasó otra vez” quiere decir que esta no fue la primera vez, sino una de varias. La había encontrado primero alguna vez muy jovencita, pero esperó que creciera. Esto habla de cómo Dios es respetuoso de tus etapas. Él creo esas etapas, así que él las entiende. Él sabe sobrepasar tu inmadurez y siempre sigue creyendo en tu desempeño futuro. Podemos regocijarnos en el hecho de que él es comprensivo: Lo es mientras somos solamente unos simples niños, y no nos exige de más; cuando somos unos adolescentes sin experiencia, y no nos condena por eso; cuando se es un esposo o esposa recién casado sin experiencia, y llega a ser paciente con nuestros errores. Recuerda: Nadie es esta vida será 100% comprensivo para contigo, pero él sí. Dios te visita de cuando en cuando (por así decirlo) para revisar tu estado. “Volvió a pasar junto a ti”.

  2. Y te miré (Otras versiones traducen: Te vi, te noté, al verte te consideré atentamente). Esta es la atracción que siente el joven hacia una chica, el vibrante rush químico tan distintivo que experimenta en esa etapa, el cual comienza a producir el enamoramiento. Escucha: Dios te mira con admiración, y se deja arrobar por tu hermoso aspecto. Eres “imperfectamente perfecto” a sus ojos, “imperfecto para todos, pero perfecto para él”. ¡El te puso la mirada, y te la dejó puesta! No solo te vio, como a cualquier persona que pasa por enfrente; mas bien te miró, lo cual es mas prolongado y profundo. Regocíjate en la realidad de que Dios te distinguió y se fijó en ti, aunque nadie mas lo hubiera hecho. Dios te conoce bien y sus ojos admiran tu belleza. En este paso Dios dijo: Yo fui quien quise acercarme y comenzar a entablar una platica contigo.

  3. Y he aquí que tu tiempo era tiempo de amores (Otras versiones traducen: Ya tenías edad como para casarte, vi que ya tenías edad para el amor, estabas en la edad del amor, ya estabas en la edad de enamorarte, estabas en tu tiempo de amar, eras como una jovencita convertida en mujer lista para casarse). Esto involucra un tiempo propicio y la edad correcta. Dios miró a su amada novia y reconoció que estaba en una edad adecuada para proponerle vivir juntos y, si respondía afirmativamente a sus avances, poder comprometerse para siempre. Escucha: El “tiempo de amores” representa el momento exacto el que Dios supo que podías amar con entrega y recibir la clase de amor que él te entregaba, ya no una emoción adolescente, sino una decisión con entendimiento y compromiso. Era tiempo de entrar en pláticas matrimoniales, de proponerte “una vida para toda la vida”. Esto simboliza el tiempo en que Dios nos propone seguirle para siempre, y quedarnos en sus caminos para toda la vida.

  4. Y extendí mi manto sobre ti (Otras versiones traducen: Extendí sobre ti mis alas, tendí mi manto como es la costumbre para declarar legalmente mi intención de matrimonio). Esto es la declaración del amor, el episodio cuando el novio “se le declara” a su amada. Esta frase hace recordar la narración de la novia en Cantares, quien dijo: “Bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fue dulce a mi paladar. Me llevó a la casa del banquete, y su bandera sobre mí fue amor” (Cnt.2:4). Es una alusión a la antigua costumbre de los príncipes de distinguir a su chica preferida entre las doncellas escogidas que trabajan en los jardines y huertas alrededor de su palacio, echando sigilosa y sorpresivamente su manto real sobre su elegida, dándole sombra mientras trabajaba en las vides a pleno sol. Así le invitaba a dejar de traer frutos para su mesa como sierva, y ahora entrar a comer sentada a la mesa como futura señora, presentándola a sus padres en el banquete. Ese manto era una bandera que indicaba el amor del príncipe, y era su “distintivo” mientras pasaba despidiéndose entre las otras, así como su “boleto de entrada” al banquete real. Era una distinción pública. Todo esto es un recordatorio del manto de amor con que Dios decidió cubrirnos, el manto que tiene el perfume de la esencia de su Dueño, que emana unción y provee sanidad cuando le tocas. Dios mismo es tu cobertura y bandera, tu emblema de identidad y tu identificación con la realeza de tu nación.

  5. Y cubrí tu desnudez (Otras versiones traducen: Te puse bajo mi cuidado, tapé tu cuerpo desnudo, y cubrí tus vergüenzas). Esto simboliza el noviazgo en sí, mediante el cual la muchacha ya no estará descubierta o expuesta, sino desde ahora cuidada por el novio. En el tiempo antiguo, una vez era escogida como princesa, ya no importaba la condición financiera de la familia de la novia,. El novio decía al escoger a su amada: Yo cubriré todos tus gastos y necesidades. Incluía la dote entregada al momento de pedir la mano de una novia, dejando las arras monetarias en sus manos como promesa hacia ella y ante sus padres de ser un proveedor. Así mismo es ahora: Dios promete llenar nuestras necesidades más personales al 100%… pero no solo materiales, sino emocionales y espirituales. Pero esa es solo la primera implicación. Dios también cubre nuestra vergüenza, la partes escondidas de nuestra historia, los relatos que nos sonrojan de pena al recordarlas, las cosas que más mal hicimos y que demostraron nuestra incapacidad de hacer el bien y ser íntegros. Una vez que accedemos a su propuesta de matrimonio, todas nuestras malas aventuras pasadas o pecados de la juventud son borradas por la honra del matrimonio. La mujer ahora casada es declarada digna enteramente, ya no importando su pasado. De esta manera, “el que está en Cristo nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, todas son hechas nuevas”. Jesús nos ha cubierto con su justicia, y el Padre ahora solo nos mira a través de la pureza del Hijo, con la que él nos ha cubierto.

  6. Y te di juramento (Otras versiones traducen: Te hice juramento, me comprometí contigo, declaré legalmente mi voto de matrimonio, me esforcé y pronuncié mis votos matrimoniales). Este es el paso de la pedida de mano de la novia, es el momento de quedar comprometidos a través de un juramento de honor, basado en el apellido de sus familias. Es el momento de la entrega de las arras, que por lo general antiguamente se hacía un año antes de la boda, y como garantía de regreso y como provisión para los preparativos de la Boda. Escucha: Dios apostó por ti, y lo haría mil veces más. Se enamoró de ti, y no dudó en comprometerse para siempre. Esta es la pedida de mano, la promesa de que va a venir por ti (como Mateo 25 dice, “aquí viene el esposo”). Incluía la promesa delante de los padres y hermanos de la novia, así como la dote material como garantía de su palabra.

  7. Y entré en pacto contigo (Otras versiones traducen: Hice alianza contigo, establecí un pacto contigo, entré en concierto contigo, me comprometí a amarte para siempre, como si fueras mi mujer y yo tu marido, yo firmé un convenio contigo). Esta es la etapa de la celebración pública de los votos matrimoniales. Esto recuerda el Pacto Nuevo que Dios hizo con nosotros por medio del sacrificio público de Cristo. Tal como el esposo hace varios juramentos en su Boda, tales como “le cuidaré, le amaré, viviré para ella”, etc., así mismo, el pacto de Dios para con nosotros incluye el perdón de pecados, primeramente, pero también sanidad divina, provisión y sostenimiento sobrenatural, protección y resguardo, justicia y defensa, así como bienestar integral en todas las áreas de nuestros ser… ¡todos los alcances de la redención con la que el Señor nos redimió de la maldición de la Ley, hecho por nosotros maldición” (Gal.3:13). Escucha: Nunca olvides que estás en Pacto con Dios, y que Él está en pacto contigo. ¡Esto pasó toda tu vida y tu eternidad de la muerta a la vida!

  8. Y fuiste mía (Otras versiones traducen: Llegaste a ser mía, pasaste a ser mía, etc.). Este el paso donde el esposo toma a la novia y la hace su mujer, llegando hasta la máxima expresión de amor entre pareja, a saber, la intimidad y intercambio de sus cuerpos, el comienzo de una vida juntos “para amar y compartir, hasta que las muerte los separe”. Como la novia del Cordero, y futura esposa celestial, los creyentes que componemos la Iglesia debemos vivir en la realidad hermosa de que ahora somos exclusivos para él siempre. Tenemos un dueño, y el Señor. “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (I Cor.6:19.20).

Finalmente, viene la frase “dice Jehová el Señor”. (Otras versiones traducen: declara el Señor Dios, Yo el Señor lo afirmo, dice el Señor Dios, lo afirma el Señor, lo afirma el Señor omnipotente, dice el Señor soberano, oráculo del Señor, les juro que así fue, palabra de Dios el Señor). Esta es la firma de su contrato, la cual firma es su propio nombre.

Los hombres a menudo usan firmas, sellos y testimonios para asegurar sus compromisos; en Jesucristo, Dios selló su palabra con la sangre de su Hijo y a nosotros sus hijos con la presencia de su Espíritu Santo (Ef.1:13,14).

¡Vivamos enamorados con Dios en todo tiempo! Él lo está de nosotros.

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