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GRACIA SUBLIME

En tiempos de la tradicional celebración de Semana Santa alrededor del mundo, muchas personas recuerdan aquellos eventos registrados en los Evangelios que nos inspiran esperanza, es decir, las cosas que sucedieron durante la Pasión de Cristo y que nos proveyeron la salvación.

Sin embargo, lo lamentable es que millones aún siguen sin entender el verdadero significado de la salvación que Jesús ganó; el resultado de esto es que siguen cautivos y viviendo sin libertad.

¿Cómo podríamos definir el valor de la crucifixión y el sentido la muerte de Cristo? Si existiera una simple palabra que encerrara la obra Cristo y la nueva relación con Dios que ahora gozamos, sería “gracia”.

Gracia es de lo que dependemos a cada segundo de nuestra vida espiritual, y la que nos brinda verdadera paz para continuar hasta el final de nuestro camino al cielo.

Un versículo bíblico excelente para definir este concepto tan trascendente es Romanos 3:24, que dice: “Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”.

¡Gracia! Los himnos de antaño la han descrito como “sublime gracia del Señor que a un pecador salvó”… “inefable es la divina gracia, es inmensurable cual la mar”… y “gracia eficaz siempre será mi vocación, pues gracia fue lo que me libertó”; etc.



ENTENDIENDO LA GRACIA

¿Qué es, en sí, la gracia?

Aunque tiene muchas aspectos aplicables en nuestra experiencia cristiana, el mas básico es el que tiene que ver con la salvación eterna de nuestra alma, del cual dependen todos sus demás beneficios.

Vamos a definirlo bien aquí, por medio de seis claros enunciados, y esto con el fin no solo de apreciarla, sino también de poder experimentarla:


1. Gracia es un regalo, no una compra.

La gracia es el nuevo régimen espiritual bajo el cual ahora nos relacionamos con Dios, contrario al régimen antiguo de la Ley. Es una nueva administración por la cual ahora podemos acercarnos a Dios confiadamente, ya no dependiendo de nuestras obras.

En el tiempo anterior a la obra de Cristo, la única forma de acercarnos a Dios era a través de las obras rituales prescritas en el Antiguo Testamento. Estas tenían que ver con nuestros esfuerzos personales estipulados en estatutos, que redimían de la culpa pero que eran insuficientes para alcanzar la paz del alma y la pureza moral. La comunión con Dios estaba definida por la obediencia a esos mandamientos litúrgicos .

Hoy, gracias a la obra de Cristo en la Cruz realizada a nuestro favor, la salvación nos es dada como un obsequio de amor, no necesitando nada de nuestra parte mas que la aceptación para ser otorgada por completo.

San Pablo establece que “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe” (Ef.2:8,9).


2. Gracia es poder, en vez de debilidad.

San Pablo estableció claramente que en este tiempo actual de la gracia, Jesús nos brinda la capacidad interior suficiente para no ser más esclavos del pecado. Dijo: “El pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Rom.6:14).

Por cuanto Dios Padre decidió ver nuestra condición a través del lente de cobertura de la rectitud de Jesús, y así mismo limpiarnos de toda maldad a través de su sangre, entonces nos dio su Espíritu Santo viviendo en nuestro ser; y en base a este nuevo tipo de relación, nos dio acceso a su poder espiritual para vivir por encima de las debilidades del pecado y de la esclavitud de sus obras.

“Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" (Rom.8:3,4).

“Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna” (Tit.3:5-7).

3. Gracia es aceptación, en vez que condenación.

Por medio de la fe en Cristo Jesús, estamos en una nueva relación con Dios, tanto como humanidad como en la aplicación personal.

Gracia es el aire de libertad de respiramos en el Reino de Dios y que nos da la confianza de acercarnos al Padre Celestial en condición de hijos suyos.

Aunque bien es cierto que vivimos en una lucha constante contra la carne, a la vez descansamos en el hecho de que no tenemos necesidad de “trabajar” nuestra propia salvación mediante nuestra procuración de perfección. El perdón completo y la vida eterna nos fueron otorgados ya de antemano como un obsequio, haciéndose efectivo al aceptarlo por fe.

“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Heb.4:16).

"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Ef.1:3-6).


4. Gracia es perdón, en vez de castigo.

Gracia es lo que nos libertó, realmente. Para definirla, decimos que él “nos alcanzó”, porque su gracia lo movió a extender su mano hacia nosotros y rescatarnos del camino que llevábamos hacia la perdición eterna del infierno, todo esto mediante de su maravilloso plan de salvación.

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (I Jn.1:9).

"Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios" (Rom.5:1,2).

5. Gracia es paz, en vez de temor

Al aceptar el amor de Dios hacia nosotros (no necesariamente comprendiéndolo del todo), el cual nos busca y nos espera aún a pesar de nuestro pecado, entonces se desvanece todo tipo de miedo, especialmente el temor a la muerte y a la perdición eterna.

“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (I Jn.4:18).

“Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” (Heb.10:22).

"Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado" (Heb.4:15).


6. Gracia es el hecho de que un hombre Justo murió como pecador, para que los pecadores vivamos como santos delante de Dios

Jesus tomó literalmente nuestro lugar en la Cruz de condenación, porque nosotros como culpables merecíamos estar allí, y descender al infierno en vez que él. Esta la "buena noticia" del Evangelio, que él llevó nuestros pecados para llevarnos a Dios.

“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu” (I Pe.3:18).

¡Esto es amor puro! El Padre decidió no ver nuestras faltas, sino más bien nuestra necesidad. Fue movido más por nuestra condición que por nuestros errores.



VIVIR POR GRACIA Y EN LA GRACIA

Ahora bien, ¿cómo debemos vivir en esta gracia, tan inmerecida pero tan real?, y ¿cómo hemos de responder a ella?

Hay, como mínimo, seis claridades bíblicas:


A) Disfrutar la gracia.

Debemos aprender a gozar diariamente de la noticia del perdón otorgado de Dios, regocijándonos en el mensaje de ese regalo, la hermosa promesa de salvación total y eterna del alma.

“Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá” (Gal.3:19). “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (Rom.1:17).

"Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia" (II Pe.1:3,4).

B) Alabar su gracia.

Nunca vamos a comprender en esta vida la profundidad del amor de Cristo, el cómo y el por qué vino a amarnos tanto y a dar su vida por nosotros, aún cargando el castigo que merecíamos como pecadores. Aunque Su amor es la única explicación, a la vez este amor es inexplicable.

¡Alabaremos a nuestro Salvador toda una eternidad, sabiendo a la vez que una eternidad no será suficiente para bendecirlo suficientemente por su gracia!

En una visión del cielo, el apóstol Juan miró y describió una escena de alabanza a Dios por su infinita gracia: “Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación” (Ap.5:8,9).

C) Crecer en la gracia.

En base a este conocimiento del amor de Padre hacia nosotros, debemos desarrollar una vida cristiana ejemplar y servicial, cuidando sólidamente este fuerte fundamento de fe.

“Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén” (II Pe.3:17,18).

"Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor" (II Pe.1:5-7).

D) Mostrar gracia.

Como nuevas criaturas por Cristo Jesús, hemos de tratarnos unos a otros con gracia, compasión y misericordia.

"Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Col.3:12,13).

E) Obrar por gracia.

Hoy que hemos sido hechos hijos de Dios, debemos comportarnos de una manera que le agrade en todo, y la vez aprovechar toda oportunidad de servir al prójimo, demostrando el amor de Dios. En Cristo tenemos una encomienda de agradecimiento, pero además también la capacidad de realizar acciones de bien, sirviendo al que lo necesita, “dando de gracia lo que de gracia hemos recibido” (Mt.10:8).

“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef.2:10).

F) Predicar la gracia.

Debemos proclamar libertad, y nunca religiosidad, desechando todo legalismo y fariseísmo que nuble el precioso mensaje de liberación espiritual. Cuando compartimos las buenas noticias del Evangelio no somos mensajeros de condenación ni de acusación; tampoco predicamos la necesidad de obras para llegar a ser salvos.

Si hablamos de buenas obras, mas bien explicamos que se esperan de nosotros en razón de que ya somos salvos, y estamos agradecidos. Aunque la salvación nunca va a ser producto de las obras, sabemos que las obras son producto de la fe.

“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” (Rom.5:1,2).

"Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica" (Rom.8:1,33).


Recuerda estos hechos importantes:

“Tus culpas no fueron tan grandes como su gracia”.

“La gracia perdona el pecado, pero también limpia de toda maldad”.

“La gracia cubre todos los pecados de cualquier los pecadores”.

“La gracia habla de compasión por los pecadores”.

“La gracia mira la necesidad, no las faltas”.

“La noticia de la gracia sacia el alma y brinda paz al pecador”.

“El orgulloso nunca entenderá la gracia; el pecador sí”.

“Lo que ciega al hombre para no entender la gracia no es solo el pecado, sino el orgullo.“

“Alabamos a Dios no solo porque nos perdonó el pasado, sino porque purificó nuestra corazón y mente de las impurezas de la carne y de los impulsos de los malos pensamientos”.

“La gracia ahuyenta las dudas acerca del amor incondicional del Padre Celestial”.

“La gracia es un rio que no solo fluyó en el Calvario, sino que fluye todos los días para nuestra sed”.

“La gracia de Dios rompe cadenas en los corazones pues conquista el alma de los peores pecadores”.

“La gracia te declara libre por parte de Quien te podía condenar”.

Conclusión:

Si deseamos experimentar la verdadera paz del alma provista por Dios, debemos mantener siempre al Calvario en nuestra visión, y voltear a ver la Cruz donde Cristo murió por nosotros. De esta manera, cuando nuestro fallido caminar nos recuerde que somos débiles, nos fortaleceremos en el hecho de que él es fuerte en nosotros, y la fuente de la gracia; cuando seamos sorprendido siendo infieles, recordaremos que él permanece fiel, porque “el no puede negarse a sí mismo” (II Tim.2:13).

Jesús le dijo a Nicodemo que “como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn.3:14,15).

La serpiente que levantó Moisés era tipo de la Cruz de Cristo, que nos avisaba que en medio del imperante y merecido castigo de Dios sobre los pecadores, él mismo proveyó también un recurso total de salvación inmediata para todo el que voltea hacia él. ¡Y voltear a Cristo es creerle por fe!

"Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás" (Jn.6:35).

“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Heb.11:6).


"SUBLIME GRACIA DEL SEÑOR"

El antiguo himno de John Newton, “Amazing Grace” (Sublime Gracia), escrito para ilustrar un sermón de Año Nuevo en 1773, cuenta la historia de su autor, un comerciante de esclavos inglés ya convertido al Evangelio quien expresa su agradecimiento a Dios. Al componerlo, se inspiró en la infinita y hermosa grandeza de la bondad y misericordia de Dios, las cuales experimentó en carne propia, al transformar el Señor su vida de manera radical. Dios le perdonó, rescató, preservó y restauró. De llevar una vida turbulenta, ser un hombre cruel, libertino, rebelde y despreciable, pasó a convertirse en un fiel y devoto cristiano que le entregó su vida al Señor y le sirvió hasta el día de su muerte.

La letra dice: Sublime gracia del Señor

Que a un infeliz salvó.

Fui ciego mas hoy veo yo,

Perdido y Él me halló.

Su gracia me enseñó a temer,

Mis dudas ahuyentó.

¡Oh, cuán precioso fue a mi ser

Cuando él me transformó!

En los peligros o aflicción

Que yo he tenido aquí,

Su gracia siempre me libró

Y me guiará feliz.

Y cuando en Sión por siglos mil

Brillando esté cuál sol,

Aún cantaré por siempre allí

Su amor que me salvó.


______

Por Ariel Romero López

(c) 2022


31 TEXTOS DE "SUBLIME GRACIA":

Rom.3:24

Ef.2:8,9

Rom.6:14

Rom.8:3,4

Tit.3:5-7

Heb.4:16

Ef.1:3-6

I Jn.1:9

I Jn.4:18

Heb.10:22

Heb.4:15

I Pe.3:18

Rom.1:17

Gal.3:19

II Pe.1:3,4

Ap.5:8,9

II Pe.3:17,18

II Pe.1:5-7

Col.3:12,13

Mt.10:8

Ef.2:10

Rom.5:1,2

Rom.8:1

Rom.8:33

II Tim.2:13

Jn.6:35

Heb.11:6

Ex.34:6

Jn.1:14-17

Acts 15:11

Tit.2:11

Tit.3:7


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