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¿PREDICADOR O ADORADOR?

Como ministros de la Palabra de Dios, nuestro primer llamado es estar con el Señor, no precisamente predicar. Mire la secuencia bíblica del modelo de Jesús: “Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar” (Mr.3:14).

Mi primera cita diaria debe ser con Dios. Cuando fallo en dejarles mis cargas, se acumula las ocupaciones ministeriales como una carga de preocupación; pero al presentarme delante del Señor, mis trabajos son vistos como una carga que descansa en los hombros del Señor: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mt.11:28-30).

Además, debe presentarme delante de Dios para ministrarle adoración y aldabeaban, así como oración y reconocimiento, para que su unción sobre su vida fluya libremente. “Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros; y ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado” (Hch.13:1,2).


SACRIFICIOS ACTUALES

Debo recordar que antes que ser un ministro soy primeramente un sencillo creyente, y debo servirle y adorarle como tal, como un hijo que disfruta alegrar y servir a su Padre. En esta actitud debo presentar mi “sacrificio de entrega al Padre constantemente.

Pero, ¿qué sacrificios debo presentar al Señor, y en cómo aún mi forma de vida puede constituirse una ofrenda hacia él?

La vida cristiana es una vida sacrificada. Hay muchas cosas que sacrificar como cristianos, tanto para serlo como para vivir como tales. El dejar muchas cosas, amistades, costumbres, tradiciones, pensamientos, palabras y aún familia en el momento de la salvación, todo eso involucra un gran sacrificio inicial desde el comienzo de la vida cristiana. “Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna. Pero muchos primeros serán postreros, y los postreros, primeros” (Mr.10:29-31).

Sin embargo, desde el punto de vista de la práctica cristiana diaria, hay una serie de sacrificios que como hijos podemos y debemos ofrecer ante el Señor.

En Antiguo Testamento, especialmente en el Pentateuco, se estableció un sistema de sacrificios para expiar los pecados, para pedir perdón por los errores, para restituir la paz al alma y para restaurar la comunión con Dios.

Pero, ahora en el Nuevo Testamento, en este Nuevo Sistema espiritual en el que Dios recibe al hombre, ¿cuáles serían los sacrificios equiparables y equivalentes, que podemos hacer como adoradores, propios del Nuevo Pacto?

Definitivamente, es un hecho que ya no debemos presentar sacrificios por los pecados, ni para obtener la salvación ni el favor del Señor, porque de esto precisamente se encargó totalmente Cristo en la cruz del Calvario (“se ofreció a si mismo a Dios, sacrificio…”); pero sí podemos y debemos presentar sacrifico como adoradores e hijos de Dios, quienes le rendimos culto como Dios que es:

  1. Sacrificios de Oración. “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mt.6:6). “¿Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mt.26:41).

  2. Sacrificios de Alabanza. “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre” (Heb.13:15).

  3. Sacrificios de Arrepentimiento. “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (I Jn.1:9). “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mt.6:11,12).

  4. Sacrificios de Santidad. “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia” (Rom.6:12,13). “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (II Cor.7:1). “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom.12:2).

  5. Sacrificios de Amor. “Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (I Cor.13:7). “También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos” (I Tes.5:14). “Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios” (Heb.13:16). “Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano” (I Cor.8:13).

  6. Sacrificios Monetarios. “Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos; pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades. No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta. Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios” (Fil.4:18). “Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra… Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura” (Mt.26:10,12).

  7. Sacrificios de Servicio. “Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros” (Ef.2:17).

Cabe enfatizar que estos no son sacrificios para obtener salvación o justificación, sino sacrificios de oración y de adoración.

Hay cristianos que ya no tiene un sistema de adoración, esquivando toda obligación y todo sacrificio, mal entendiendo la gracia, salvos pero no adoradores, olvidando lo que dijo el Señor a la Mujer Samaritana, que el Padre busca adoradores que le adoren “en espíritu y en verdad” (Jn.4).


TU MOTIVACIÓN DE SEGUIR DE PIE Y DE SEGUIR SANTO

Respecto del sacrificio de santidad, es uno muy importante ofrecerlo siempre, viviendo vidas ejemplares, como modelos ante los demás. Pero¿por qué razones debo permanecer fiel y santo delante de Dios?

Como ministro, mientras que simplemente la gente es tu motivación principal (aunque sí lo es, en mucha medida, por amor a ellos y por el llamado, puedes desarmarte espiritualmente, y pueden sucederte varias cosas:

  • Te puede quebrar emocionalmente.

  • Te puedes amargar, y eso emanara en cada prédica.

  • Te puede debilitar (y hasta puedes caer).

  • Te puedes adentrar en la auto-lástima (que es muy peligrosa).

¡Cuidado! Finalmente, si solo te mantienes por causa de las personas, y luego ellos llegan a cambiar, o te dejan de honrar o reconocer, te encontrarás en riesgo o en peligro.

¡No llores! Eres un soldado. Más bien, sigue fiel y en santidad; y lo lograrás si tu motivación es:

  • Por tu Dios. “Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel. Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo. Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor” (I Cor.4:2-4).

  • Por tu descendencia. “No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Ex.20:5,6).

  • Por tu conciencia, por ti mismo, por tu satisfacción. “Hice pacto con mis ojos; ¿Cómo, pues, había yo de mirar a una virgen? Porque ¿qué galardón me daría de arriba Dios, Y qué heredad el Omnipotente desde las alturas?” (Jb.31:1,2).


MINISTRANDO AL SEÑOR

Podremos nosotros ministrar a Dios¿ ¿Qué no es él quien nos ministra o imparte a nosotros? Y, ¿qué podríamos nosotros ofrecerle a él. ¡Mucho, de hecho!

Como ejemplo, en su vida terrenal, el Señor recibió ministración al menos cinco veces. Veamos:

  1. Fue ministrado por ángeles después de la tentación. “El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían” (Mt.4:11).

  2. Fue “servido de los bienes” de las mujeres que le ayudaban. “Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes” (Lc.8:3).

  3. Fue a Betania y buscó un tiempo de amistad de sus amigos en casa de Maria, Martha y Lazaro. “

  4. Recibir la ministraron de un ángel, que se puso a su lado y lo fortaleció para ir a la cruz. “Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.” (Lc.22:43).

  5. Recibir el ungimiento del alabastro de parte de la mujer que lo derramo sobre él. “vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa” (Mt.26:7).


BUSCA Y MANTENTE EN LA PRESENCIA DE DIOS

¡Busquemos su presencia, para la vida y para el ministerio!

Recordemos que en el Libro de Éxodo, en el sistema de adoración antiguo, se nos dice que cuando el día que el pueblo comenzó a ofrecer los sacrificios ordenados por el Señor, el día que “Moisés acabó la obra” de eirigir el Tabernáculo conforme a las indicaciones que el Señor había ordenado, “una nube cubrió el Tabernáculo de Reunión, y la gloria del Señor llenó el Tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el Tabernáculo de Reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria del Señor lo llenaba. Y cuando la nube se alzaba del Tabernáculo, los hijos de Israel se movían en todas sus jornadas; pero si la nube no se alzaba, no se movían hasta el día en que ella se alzaba. Porque la nube del Señor estaba de día sobre el Tabernáculo, y el fuego estaba de noche sobre él, a vista de toda la casa de Israel, en todas sus jornadas” (Ex.40:33-37).

Y si esto pasó al ofrecer los sacrificios dictados en el Antiguo Testamento, ¡cuánto mas Dios derramará su plena bendición si mantenemos nuestra constante adoración personal delante de su Presencia!

De seguro, un ministerio poderoso nos espera.

Autor:

ARIEL ROMERO LOPEZ

Pastor General - Ministerio Vino y Aceite Internacional

(C) 2023

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