top of page

PERFIL DE SERVIDORES DEL ALTAR

La pregunta para los que sirven en el altar de Dios ya no es solo por qué debemos adorar, o cómo deberíamos hacerlo. Nuestra encomienda es ahora es más profunda que la del resto, por lo que debemos más bien preguntarnos: ¿cómo debemos vivir los servidores del altar para propiciar el desarrollo espiritual de las personas a quienes llegamos?, y ¿cómo debemos pensar y sentir para coadyuvar al crecimiento de la iglesia de Cristo?

Veamos diez convicciones que debemos tener enraizadas en nuestro corazón y presentes en nuestra mente para servir efectivamente frente a los demás en los eventos y reuniones de la congregación cristiana, y participar en su crecimiento numérico.


1. EL CRECIMIENTO DE LA IGLESIA VIENE DE PARTE DE DIOS

El hecho de que el crecimiento de una congregación proviene finalmente de Dios, conforme Él se agrada de nuestra entrega, quedó comprobado desde el comienzo de la Iglesia, según se nos aclara en Hechos 2:41-42, que dice: “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”.


2. EL CRECIMIENTO REQUIERE IRSE ORDENANDO Y ORGANIZANDO

Se debe buscar la excelencia en todo, en cada aspecto de cualquier ministerio del altar, así como de toda actividad que se desarrolla en plataforma.

Salmos 33:3 dice: “Cantadle cántico nuevo; hacedlo bien, tañendo con júbilo”. Desde un principio la iglesia observó la necesidad de ordenarse en rangos y asignaciones, para que el trabajo pudiera fluir tranquila y eficazmente: “En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria. Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra” (Hch.6:1-4).


3. EL CRECIMIENTO DEBE DE SER NUMÉRICO Y ESPIRITUAL

Predicadores, directores, cantores y demás servidores de las reuniones debemos mantenernos conscientes de que somos parte del desarrollo de la obra de Dios en las personas y en la congregación como tal. Pero el crecimiento que queremos como iglesia no es solo en cantidad, sino en calidad… en la cualidad de la madurez característica de los discípulos apasionados de Cristo. Esto es lo que pedía San Pablo cuando oraba por los creyentes: “Que (el Padre) os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Ef.3:16-19).


4. EL CRECIMIENTO DE LA IGLESIA SE DA EN UN CONTEXTO DE ADORACIÓN Y ALABANZA

La responsabilidad primaria de la iglesia es atraer la presencia de Dios a la reunión. Sin esa presencia no hay nada. ¡Es por esto que el papel de músicos, adoradores y directores de alabanza sea tan importante! Cuanto más estemos llenos de la presencia de Dios, y conectados a Su corazón, mejor instrumentos seremos de su amor, y mayor fuerza de su poder transformador podremos liberar en nuestras participaciones.

“Y cada golpe de la vara justiciera que asiente Jehová sobre él, será con panderos y con arpas; y en batalla tumultuosa peleará contra ellos” (Is.30:32).

Tomemos como modelo lo que sucedió en Hechos 4:31, y fijémonos allí cómo la conexión con Dios impulsó a los creyentes para continuar con la obra evangelizadora, y por ende, potenciar el crecimiento de la iglesia: “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios”.

5. EL CRECIMIENTO DE LA IGLESIA REQUIERE HONRAR LA PALABRA

En nuestras vidas como discípulos de Cristo, debemos poner en primer lugar la Palabra de Dios siempre, y también como iglesia, reconociendo el lugar prioritario que tiene la predicación en toda reunión. Por supuesto que la alabanza también juega un gran papel, porque nos prepara para escuchar a Dios. Sin embargo, aún hay muchos que disfrutan la alabanza, pero aún no hemos aprendido a honrar la Palabra. Esta tendencia se mira en varios síntomas:

  • En nuestra vida personal, procuramos más seguido escuchar alabanzas que predicaciones.

  • Tendemos más frecuentemente a aprender alabanzas nuevas, que estudiar y aprender más cosas nuevas de la Biblia.

  • Conocemos más nombres de artistas cristianos y datos de éxitos musicales que de personajes bíblicos y del ejemplo de sus vidas.

  • Preferimos ir a conciertos de música cristiana que a enseñanzas, seminarios y cursos bíblicos.

  • En las reuniones de iglesia estamos presentes durante la alabanza, pero salimos durante el mensaje pastoral.

El hecho de amar la música de Dios y ponerle gran atención no es incorrecto, sin embargo nunca debe desplazar la Palabra. “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Jn.6:63). “Perseveraban en la doctrina de los apóstoles… alabando a Dios… y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hch.2:42,47). “Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación” (I Cor.1:21).

Mantengamos en mente, pues, que el tiempo de la alabanza es un de gran utilidad para preparar corazones para recibir y dar a Dios en una plena experiencia espiritual; no que es menos, sino parte importante de un todo. “¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación” (I Cor.14:26).


6. LA PALABRA ES NUESTRA GARANTÍA DE SANTIFICACIÓN

En cuanto a quienes dirigimos las reuniones, hacemos la oración pastoral, recabamos las ofrendas y apoyamos en la ministración, etc., haremos siempre un gran bien al reforzar todo nuestras palabras con versículo adecuados y pertinentes de la Escritura. ¡Y tanto más los que somos portadores del mensaje de la ocasión!

“El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lc.6:45).

“Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra” (Is.66:2).

“Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Ef.5:25-27).

Para ser personas que portan la Palabra, debemos honrarla primero en nuestra vida personal. Ya que ella nos santifica, nos ayuda a ser los vasos limpios que necesitamos ser para estar en su altar y servir delante de los demás. “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra” (Sal.119:9). “Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que estén conmigo; El que ande en el camino de la perfección, éste me servirá” (Sal.101:6). “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; El que no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con engaño. El recibirá bendición de Jehová, Y justicia del Dios de salvación” (Sal.24:3-5).


7. LOS PRIMEROS QUE DEBEN MODELAR SANTIDAD SON LOS MINISTROS

Para brindar un servicio digno en los interiores de la casa de Dios, todos hemos de reflejar el poder divino que limpia el alma, y aún los motivos del corazón. Esto se exige “por default” de los ministros del Evangelio, pero también de toda persona que sirve en un ministerio visible.

“Tocad trompeta en Sion, proclamad ayuno, convocad asamblea. Reunid al pueblo, santificad la reunión, juntad a los ancianos, congregad a los niños y a los que maman, salga de su cámara el novio, y de su tálamo la novia. Entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad, para que las naciones se enseñoreen de ella. ¿Por qué han de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios? Y Jehová, solícito por su tierra, perdonará a su pueblo” (Jl.2:15-18).

“Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace” (St.1:21-25).


8. LOS LEVITAS Y SIERVOS DEL ALTAR DEBEN SANTIFICARSE PARA MINISTRAR

Hagamos oración antes de subir a los atrios del Señor con el fin de reconectarnos con el Señor y ministrar.

“Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor” (Sal.2:11).

“Y dijo Moisés a la congregación: Esto es lo que Jehová ha mandado hacer. Entonces Moisés hizo acercarse a Aarón y a sus hijos, y los lavó con agua. Y puso sobre él la túnica, y le ciñó con el cinto; le vistió después el manto, y puso sobre él el efod, y lo ciñó con el cinto del efod, y lo ajustó con él. Luego le puso encima el pectoral, y puso dentro del mismo los Urim y Tumim. Después puso la mitra sobre su cabeza, y sobre la mitra, en frente, puso la lámina de oro, la diadema santa, como Jehová había mandado a Moisés. Y tomó Moisés el aceite de la unción y ungió el tabernáculo y todas las cosas que estaban en él, y las santificó. Y roció de él sobre el altar siete veces, y ungió el altar y todos sus utensilios, y la fuente y su base, para santificarlos” (Lev.8:5-11).

“Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí” (Is.6:5-8).


9. LOS MINISTROS DEL ALTAR DEBEN BUSCAR SER INSTRUMENTOS LIMPIOS PARA DIOS

La vida secular y en familia de todos los predicadores, músicos y cantores debe ser un modelo de integridad moral y espiritual.

“Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo. Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra. Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor” (II Tim.2:19-21).

“Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes; presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros” (Tit.2:6-8).


10. LOS ADORADORES NECESITAN UNA INTIMIDAD ESPIRITUAL

Finalmente, recordemos que lo que tocamos con nuestros instrumentos va a emanar lo que hay en nuestro corazón hacia la congregación.

“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Jn.4:24).

“Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mt.6:17,18).


ÍNTIMOS Y PÚBLICOS

Íntimos y públicos, a la vez… íntimos y públicos. Esta es frase que nos define. ¡Y de esto se trata! Que lo que damos en el altar o en la plataforma sea solo un resultado de una profunda y enamorada relación con Jesús, de una vida de honra el Espíritu Santo y de un acercamiento al corazón del Padre.

Recordemos que para muchas personas que vienen a la iglesia a adorar esa experiencia de iglesia es su única conexión con Dios en toda la semana, y que muchas de las cosas que ellos van a recibir tendrán qué a “atravesar” por medio de nosotros, como canales de bendición que somos, para que llegue la bendición de Dios hacia ellos.

¡Por eso la necesidad de ser vasos limpios y saturados del Espíritu Santo de Dios!


——

Ariel Romero López

(c) 2022

Opmerkingen


bottom of page