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ENSEÑADOS POR DIOS

"Escrito está en los profetas: Y todos serán enseñados por Dios” (Jn.6:45). ¡Y qué maravilloso pensamiento este este, que podamos ser instruidos y formados por Dios mismo! Y no solo informados e ilustrados acerca de sus verdades, sino adiestrados para la vida y preparados para Sus propósitos!


LA ENSEÑANZA DE DIOS COMO PADRE

El hecho de que en la Biblia se haga alusión a Dios como Maestro, y que nosotros podamos pedirle que nos enseñe, nos aclara rotundamente que Él nos ha dado a todos una gran capacidad de aprender, no importa cuántos errores hayamos cometido en el pasado ni lo difícil de los retos que tengamos por delante en la vida.

Nada se esconde al conocimiento de Dios, y él anhela brindar a sus hijos toda la sabiduría necesaria acerca de cualquier tema, problema o desafío.

De hecho, Él mismo nos invita a crecer en aprendizaje mediante su consejo. Él dijo: “Preguntadme de las cosas por venir; mandadme (llamar) acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos” (Is.45:11).

Santiago nos recuerda que “si alguno de nosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor” (St.1:5-7).


¿QUÉ QUIERE ENSEÑARNOS DIOS?

Como nuestro Maestro personal por excelencia, Dios puede enseñarnos todo tipo de cosas para nuestro supremo provecho, ya sean asuntos prácticos, o bien, asuntos profundos. Así nos los aseguran las siguientes Escrituras, que contienen el verbo “enseñar”, aplicado de Dios hacia nosotros directamente, como un mentor hacia un aprendiz.

¿Qué cosas, pues, quiere Dios enseñarnos por medio de su guía personal, y aparte de lo que nos imparten los líderes espirituales? Entre muchas otras cosas subsiguientes, están éstas como esenciales:


1. La Senda de la Verdad.

En primer lugar, Dios nos muestra cuidadosamente el camino espiritual verdadero, la verdad que lleva hacia Él, el camino certero para conocerle y servirle, guardándonos en la exactitud de la fe genuina durante toda la vida, hasta llegar a verle en la Gloria. Jesús prometió: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Jn.14:26). “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Jn.16:13). Luego Juan a su vez afirma: “Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él” (I Jn.2:27).


2. La Vida en el Reino de Dios.

En segundo término, el Señor prometió enseñarnos acerca de cómo agradarle a Él, y cómo honrarle debidamente como sus hijos que somos, y como ciudadanos de su reino espiritual. Salomón reconoció: “Si el cielo se cerrare y no lloviere, por haber ellos pecado contra ti, y te rogaren en este lugar y confesaren tu nombre, y se volvieren del pecado, cuando los afligieres, tú oirás en los cielos, y perdonarás el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, enseñándoles el buen camino en que anden; y darás lluvias sobre tu tierra, la cual diste a tu pueblo por heredad” (I Rey.8:35,36). 

Acerca de Jesús fue dicho: “Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo” (Mt.5:1,2). “Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos?” (Mr.6:2).


3. La Forma de Orar con Eficacia.

Como una de las cosas más importantes que Dios quiere enseñarnos está el conversar con él, instruyéndonos a dialogar con expontaneidad, a externar nuestro ser con naturalidad y a expresarnos delante de Él con libertad, a la vez que escuchándole hablar a nuestra vida. Lucas reporta que “aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal” (Lc.11:1-4).

El Maestro ahondó en esto, diciendo: “Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa” (Mt.6:5).

San Pablo también nos aclaró que “de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Rom.8:26).

A su vez, Santiago mostró que al orar, el cristiano debe pedir “con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra” (St.1:6).


4. El Camino a la Plenitud de la Vida.

Como Padre que es, nuestro Dios nos enseña a vivir la vida de la manera más correcta, más provechosa, más enfocada y más plena. Él prometió: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos” (Sal.32:8). “Así ha dicho Jehová, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo soy Jehová Dios tuyo, que te enseña provechosamente (o a vivir en plenitud), que te encamina por el camino que debes seguir” (Is.48:17).

¡Y aún sobre nuestros hijos prometió ese discipulado!, diciendo: “Y todos tus hijos serán enseñados por Jehová; y se multiplicará la paz de tus hijos” (Is.54:13). Y aquí en este versículo hay una conexión entre aprender directamente las enseñanzas que Dios nos brinda enlazándolas con la multiplicación de nuestra plenitud integral. Según el sentido de las palabras hebreas que contiene el versículo, podría leerse así: “Todos tus hijos serán discipulados por el Señor, y como resultado de esto se multiplicará su bienestar”. Así, pues, si nos preguntamos cómo podríamos prosperar en lo general, la respuesta está en pedir y permitir que el Señor nos enseñe (o más exactamente “nos discipule”) por medio del caminar con él día a día en esa convivencia diaria marcada por la sinceridad más transparente.

Dios nos invita a dejarnos enseñar por él, prometiéndonos la mejor clase de vida: “Por el camino de la sabiduría te he encaminado, y por veredas derechas te he hecho andar. Cuando anduvieres, no se estrecharán tus pasos, y si corrieres, no tropezarás” (Pr.4:11,12).


5. La Medida del Tiempo de la Vida.

Como un amoroso medio para aprovechar al máximo nuestro tránsito por la vida y las oportunidades que Él nos ofrece en ella, el Padre nos enseña a medir nuestra años según sus tiempos, para vivirla con un excelente grado de sabiduría y un saludable disfrute. El salmista dijo: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Sal.92:12). 

San Pablo instruía: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” (Ef.5:15-17). “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo” (Col.4:5).

En su momento, el apóstol también instruyó a Timoteo, mandándole: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (I Tim.6:17).

Esto hace eco de lo dicho por Santiago, quien exhortó: “¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello” (St.4:13-15).


AMIGOS DEL ESPÍRITU SANTO

Dios ha puesto en nuestra vida a personas que nos discipulen, a la vez que nos pide que nosotros también discipulemos a otros. Sin embargo, Él mismo a su vez nos está discipulando día a día, conforme convivimos con Él personalmente. ¡Y esto lo hace a través de la persona del Espíritu Santo, nuestro amable Consolador!, como se testifica desde los Salmos, al decir: “Y enviaste tu buen Espíritu para enseñarles, y no retiraste tu maná de su boca, y agua les diste para su sed” (Neh.9:20).


ESCUCHANDO SU VOZ EN LA ESCRITURA

Ahora bien, para ser enseñados idealmente por Dios es necesario tomarnos el tiempo de exponernos a Su Palabra escrita, la Biblia, porque por medio de ella nos pastoreará, y nos irá “moldeando” hacia la imagen del modelo perfecto de Cristo. “¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?” (Jer.23:29). “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (I Tim.3:16,17).

“Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace” (St.1:21-25).


DISCIPULADOS POR ÉL

¡Así que, en esencia, Dios quiere que seamos sus discípulos!, pues su enseñanza es a través de su íntima comunión con nosotros, no a modo de “una clase impartida en una escuela”, sino compartiendo de Su vida mediante su amistad constante con nosotros.

Jesús dijo en Juan 6:45: “Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí”.

¡Seamos excelentes discípulos de nuestro amoroso Padre Celestial, aprendiendo de su corazón mientras disfrutamos de su compañía y cuidamos absortos Su adorable presencia!


ARIEL ROMERO LÓPEZ

(C) 2024

Ministerio Vino y Aceite Internacional


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