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ADORAR CON SINCERIDAD: LA CLAVE

Hoy por hoy, estamos ante la necesidad entender la significancia de la verdadera adoración al verdadero Dios, hecho que puede encausar a la Iglesia a una espléndida dimensión de manifestación de gloria divina, para disfrute de ella y para tocar multitudes a través de ella.

Existen personas que tiene una adoración sincera, pero a un dios falso; pero también habemos otros que, teniendo al Dios verdadero, no lo sabemos adorar con sinceridad. Y sinceridad es un elemento clave para ser adoradores genuinos, la seguridad de ser espontáneos, frescos y legítimos, no falsos, ni rutinarios, ni costumbristas. Es franqueza, claridad y naturalidad, cosas todas que agradan y enamoran el corazón del Padre. “Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado” (Is.29:13). No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas. Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas” (Is.1:13,14).

Debemos, además, llegar a comprender que el adorar permea todas las áreas de nuestra vida. Adoramos o no adoramos a Dios con la forma como somos o no somos, como vivimos y convivimos, porque adorar, en realidad, es honrar con todos los actos en todos los aspectos. “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Rom.12:1). “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él”; y “hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Col.3:17,23).

Como ejemplo, si yo amo a mi esposa, la honraré con todos mis hechos, en todas las circunstancias, no solo con mis palabras, esté o no esté ella presente, 24 horas al día, siéndole fiel no solo con los deseos de mis miembros corporales, sino con todos los sentimientos que surjan de mi corazón, y hasta con todos los pensamientos que pasen por mi mente. “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt.5:28). “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” (Heb.13:4). En todo tiempo haré lo que sea agradable a ella, porque eso es lealtad, honor, aprecio, dignificación y distinción. ¡Y cuánto más debe ser esta la actitud y la postura espiritual hacia nuestro amoroso y tierno Padre!

Muchas veces, a muchos de nosotros no nos gusta lo que vemos en nuestra vida, ni lo que estamos cosechando. Pero si queremos un mejor futuro (personal, familiar o profesional), una vida marcada por la gracia, por el favor y por la tranquilidad, entonces debemos hacer los preparativos y sembrar las semillas correctas: “Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño; apártese del mal, y haga el bien; busque la paz, y sígala” (I Pe.3:10,11). Así mismo, si queremos un ministerio con respaldo sobrenatural y con el sello visible de la aprobación celestial, ¿cuál sería la forma de lograrlo? ¡En realidad es asunto de honra! Dios dijo: “Yo honraré a los que me honran” (I Sam.2:30), y Jesús luego confirma: “Cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mt.6:6).

En un tiempo en el que se busca tanto la “publicidad”, es tiempo de retornar a la “intimidad”. ¿Publicidad o intimidad? ¡Allí se decide todo!... porque lo que hoy mostramos ante los demás es siempre el resultado de lo que hay en lo más secreto de nosotros. ¡La Biblia es aún una excelente guía para desarrollar la amistad, el cariño y el trato profundo con nuestro Dios! “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados” (Is.57:15).

Sinceramente,

ARIEL ROMERO

Pastor General – Ministerio Vino y Aceite Internacional

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